La respuesta o respuestas consistentes están obviamente sujetas, a resultados de distintas líneas de investigación aún abiertas. De entrada, se precisa clarificar cuáles serían dichos mecanismos.
Los estudios prospectivos en bebés de alto riesgo, es decir, bebés nacidos en el seno de una familia que ya tienen un/a niño/a con autismo a los que se les sigue, con distintos estudios y tipos de exploraciones, desde el nacimiento hasta los dos años y medio o tres años, están siendo muy productivos desde hace ya algunas décadas.
Los bebés cuando ven las caras de los adultos que les hablan, en especial, los progenitores, tienen que detectar un evento multimodal que requiere que escuchen simultáneamente los sonidos del habla y vean los movimientos de los labios. El aprendizaje que ocurre en estos eventos precisa de integración adecuada de la información audiovisual y es una habilidad que se conoce como procesamiento audiovisual. Desde la denominada Hipótesis de la Redundancia Intersensorial expresada por Bahrick y cols., se ha propuesto que la detección de la sincronía temporal sería la clave perceptual más importante para organizar la experiencia perceptual en el desarrollo temprano que permite a los bebés unir estímulos auditivos y visuales en una sola percepción. Las caras humanas son especialmente relevantes para los bebés porque se encuentran con mucha frecuencia y, por lo general, son la fuente de una gran cantidad de redundancia intersensorial (entendida cono la disponibilidad simultánea y sincronización temporal de la misma a información a través de dos o más modalidades sensoriales). Por otro lado, se destaca el papel clave de la atención selectiva en el desarrollo del procesamiento audiovisual, ya que la trayectoria de los cambios en la atención selectiva de los bebés a la redundancia audiovisual está estrechamente ligada a los cambios en la sensibilidad a la sincronía temporal y, por consiguiente, a los cambios en el procesamiento audiovisual.
La sensibilidad a la sincronía temporal en el desarrollo parece emerger desde la segunda mitad del primer año de vida y está estrechamente entrelazada con cambios en la atención selectiva (atención preferente a diferentes rasgos faciales internos como a los ojos y la boca) de los bebés al mismo evento. Estos dos mecanismos, la sensibilidad a la sincronía temporal y la atención selectiva, están implicados en el desarrollo de las habilidades comunicativas y sociales y su alteración o las posibles dificultades en estas capacidades perceptivas pueden estar en la base de las características centrales del funcionamiento social que define al autismo.
Dentro del ámbito de las teorías que se denominan de “dominio general”, se postula que los primeros precursores de los fallos sociales encontrados en autismo podrían no restringirse al dominio social, sino abarcar dificultades generalizadas que precederían a las características sociales. Se ha encontrado respaldo en estudios que muestran dificultades atencionales, perceptivas, visuales y sensoriomotoras. Estas dificultades generalizadas podrían afectar tanto a estímulos sociales como no sociales, pero los estímulos sociales se verían afectados de manera diferencial dada su mayor complejidad (el mundo social se caracteriza por estímulos rápidos, complejos, dinámicos y altamente impredecibles como las caras humanas o el habla audiovisual. El desajuste provocado por las dificultades generalizadas previas comentadas presentes en las capacidades de los bebés y las exigencias de procesamiento de su entorno social podría llevarlos a priorizar estímulos no sociales más simples sobre los sociales más complejos, a costa de una menor sintonía con el mundo social. Las consecuencias de ello son las repercusiones en las características sociales observadas en autismo, así como las dificultades en el lenguaje de las que se informa en los bebés de alto riesgo.
Una de las teorías de dominio general es la que se denomina “Hipótesis de Deterioro Intersensorial para el Autismo”, una extensión de la teoría de la Redundancia Intersensorial antes mencionada, y se plantea la hipótesis de que una dificultad temprana para detectar la sincronía temporal podría afectar la forma en que la redundancia guía la atención selectiva de los bebés a eventos sociocomunicativos relevantes, perdiendo los beneficios de la percepción unificada y las mejoras en este ámbito social. Esta hipótesis es única en comparación con otras explicaciones de dominio general para guiar la investigación temprana del autismo, porque (1) hace una predicción muy específica acerca de qué dificultades en mecanismos de dominio general muy específicos (principalmente la detección de sincronía temporal, pero también la atención selectiva) pueden conducir a dificultades específicas del dominio asociadas con el autismo (en habilidades sociocomunicativas, incluido el lenguaje), (2) proporciona un enfoque de desarrollo al vincular dificultades tempranas sutiles en un mecanismo perceptivo y atencional de bajo nivel y su impacto en habilidades posteriores de orden superior asociadas con el autismo, y (3), al destacar las complejas demandas perceptivas de los contextos sociales en los bebés, explica por qué la detección de sincronía temporal es fundamental de manera diferencial para que los bebés tengan éxito en contextos sociales (en comparación con los no sociales) y, lo que es más importante, por qué una dificultad en este mecanismo perceptivo afectaría de manera diferencial las habilidades sociales (en comparación con las no sociales) en individuos autistas.
Es muy atractivo y sugerente el artículo: “Sensitivity to temporal synchrony in audiovisual speech and language development in infants with an elevated likelihood of autism: A developmental review” de Itziar Lozano, Ruth Campos y Mercedes Belinchón recientemente aceptado en la revista Infant Behabior and Development, del que están extraídas estas reflexiones e ideas. Recomendamos su lectura.
Equipo Deletrea